La estimulación o intervención temprana es el conjunto de acciones tendientes a proporcionar al niño experiencia que necesita para facilitar su desarrollo y de esta forma, el máximo de su potencial; logrado a través de la de la presencia de personas y objetos en cantidad necesaria y oportunidad adecuada. Condición necesaria para lograr una relación dinámica con su medio ambiente y aprendizaje efectivo en un ambiente seguro.

Es indiscutible la importancia que tiene la estimulación temprana desde la concepción; además el papel protagónico de la familia en el desarrollo de los hijos. Por tal motivo las acciones que se proponen al intervenir tempranamente no solo van dirigidas a los niños, sino a todo el núcleo familiar y a la dinámica de interacción en su comunidad. 

Cabe destacar el papel primordial – en esta etapa del desarrollo temprano- de los vínculos primarios del niño con sus padres, que constituyen así el núcleo que lo preparará para futuras interacciones.

El hecho de intervenir de manera temprana le va a permitir al niño tener un mejor desarrollo a comparación de otros niños con algún desafío en su desarrollo, que no hayan recibido ningún tipo de estimulación.

Está demostrado que una estimulación adecuada y sistemática, durante la etapa prenatal y post natal; sobre todo durante los 3 primeros años de vida contribuye a desarrollar enormemente las capacidades, y destrezas, más aún la adquisición de los conocimientos y experiencias que le permitirán desarrollar sus habilidades. Por eso se recomienda que el niño crezca rodeado de estímulos sensoriales y psicomotores o aprendizaje temprano.

La primera idea fundamental que los padres deben saber en su recién nacido, llega al mundo con una enorme capacidad para aprender. Todo esto nos conduce a una cuestión importante para el aprendizaje temprano; los circuitos neurológicos, que solo alcanzan su plenitud a través de los sentidos y del movimiento.